Tengo en la mente desde hace unos meses a esta
parte, la idea de escribir un artículo sobre el protagonista que hoy nos ocupa
y que, ciertamente, él lo sabe, ha sido hoy cuando cojo boli y papel para, por fin, dedicarme a hacerlo. Y no
tendré por menos que felicitarme por el acierto en escoger esta fecha porque
precisamente se le ha hecho un merecido homenaje a Curro Montenegro con motivo
de la celebración del cincuentenario de su toma de alternativa. Con este
artículo contribuyo personalmente a tal evento, en estos días tan oportunos con
los años de Oro de Curro en el mundo del toro.
Nos encontramos en estos momentos él y yo, en el
gran salón del Hotel San Jorge, de Alcalá de los Gazules, donde se celebran
algunas bodas, tomándonos un café, frente a frente.
La tarde de otoño es como tarde de suave primavera.
El que fuera gran torero en otros tiempos, Curro Montenegro, se somete a mis no
habituales preguntas. La vista de los grandes ventanales nos descubren un
paisaje de pintura. El monte Lario frondoso, verde, sereno, nos descubre el
fondo para una escena bucólica. La carretera de Algeciras más abajo con coches
que van y vienen y más próximos a nosotros unas cuidadas pistas de tenis y
pádel.
Conozco a Curro desde hace bastante tiempo, desde
que hace muchos años llegara a Alcalá, no sabía con qué motivo, ya sí lo sé, y
aquí se quedó. Conoció a una chica simpática, alegre, abierta, dicharachera,
etc.
El diálogo entre ambos es tan fácil como el
discurrir del agua fresca en una fuente clara. Y la primera pregunta que le
hago es si el apelativo de Curro Montenegro responde a su nombre de pila. Me
contesta de inmediato que no, que su auténtico nombre es Francisco Martín de
los Ríos. Le hago una pequeña observación al pedagogo “de los Ríos” y esboza
una leve sonrisa. Y el hilillo del habla como el del agua de la fuente sigue a
continuación a una sugerencia mía sobre los recuerdos de su infancia, y me
comenta que de esa época se acuerda que con solo nueve o diez años ya le iba
entrando el gusanillo del toreo, quizás influencias por su hermano mayor Miguel
y que más tarde lo acompañaría en su cuadrilla como banderillero. También me
cuenta que un tío de su abuelo fue asimismo banderillero en los lejanos tiempos de Juan Belmonte. Soñando
en el mundo del toro le daba vueltas a la cabeza, viéndose con un astado por
vez primera en un festival celebrado en un pueblo de Granada llamado Huéscar.
Después recorre los pueblos de Sevilla, Huelva y Badajoz ya con festejos sin
picadores. Con varios años de novillero toma la alternativa de manos de Pedro
Martínez “PEDRÉS”, siendo testigo Manuel Benítez “EL CORDOBÉS”. A continuación
vendrían más corridas con toreros famosos como Rafael Ortega, al de San
Fernando, que entonces reaparecía, Antonio Ordóñez, y recuerda con ilusión una
corrida en Sevilla cuyo paseíllo lo hacen tres Curros: Curro Romero, Curro
Girón, el de Venezuela y Curro Montenegro. En esta ocasión me advierte a cierta
aclaración más que se nota que poseo conocimientos y que me ha gustado la
Fiesta Nacional, cumplido que le agradezco. Le recuerdo que conservé durante
bastante tiempo una foto saliendo a hombros de la plaza de Valencia, en las
Fallas, publicada en la revista taurina llamada ”El Ruedo” de la que él no
tenía idea exacta, recordando en cambio que los toros eran de Fernando
Carrasco, salidas a hombros que se dieron igualmente en Madrid, Barcelona,
Granada, etc. En Madrid llegó a torear en seis tardes y diez en Sevilla.
A una pregunta mía sobre comparación de épocas, me
contesta que aquellos tiempos los echa mucho de menos. El toreo era diferente;
quizás más serio, más hondo, más clásico. Le recuerdo a Curro Romero y a Rafael
de Paula y, hablando de éste su rostro se le ilumina, su admiración por él se
le refleja en las pupilas. El arte de Paula para él ha sido el mejor.
Coincidimos los dos y no se cansa de hablar del jerezano, de sus lances, de su
empaque, de su capote único, de su lentitud, ritmo y cadencia. De nacido en
Sevilla y no en Jerez, hubiese pasado a la historia como uno de los grandes:
Joselito y Belmonte.
Le digo que todo torero sueña cuando llega a cierta
altura en poseer dos grandes deseos: comprarse un cortijo y en adquirir un
Mercedes. Me contesta sinceramente que él no llegó a tanto, pero sí que “había
ganado sus dineritos”. Que había tenido tardes gloriosas con El Pireo. El
Cordobés, Antonio Ordoñez, etc. Con el Rondeño, a su lado, se sentía muy poca
cosa, en cambio con el Cordobés es con el que hiciera más paseíllos.
En el plano estadístico me cuenta que habría tenido
como 200 actuaciones sin picadores, 250 con ellos y unas 220 corridas de toros,
ya como matador de alternativa. No obstante, sus primeras novilladas fueron con
Ángel Peralta y con su hermano Miguel, precisamente en mi pueblo Alcalá la Real
(Jaén), donde nació éste que os escribe y que dista solamente 40 km. de su tierra de Granada. Como
anécdota de oscilante recuerdo, me cuenta que al ser una plaza portátil, en
otra actuación posterior en la que él no figuraba en el cartel, se vino toda
abajo en un amasijo de maderas, tablones y vigas.
-
Curro, si fuera posible nacer
de nuevo, ¿volverías al mundo de los toros? - Sí, me dice tajantemente, sin
darle tiempo a la duda. El toro me ha dado satisfacciones, fama, tardes de
gloria y eso no se cambia por nada. Y esto a pesar de haber toreado en plazas de ínfima categoría con
enfermerías donde apenas había gasas, jeringas, ni alcohol. Y eso también, a
pesar de haber toreado en El Congo, Angola y Mozambique varias tardes, en tres
viajes que hizo. Mi apoderado entonces era un portugués y eso me facilitó, en
gran medida, esos desplazamientos y actuaciones.
-
A tus hijos, en cambio, no les
picó el gusanillo de los toros. - A alguno sí, a Alejandro, pero procuré
desviárselo por otro de menos riesgo y menos competitivo.
-
Y aquí en Alcalá, no has
toreado? - Sí, me responde, he toreado, he toreado una novillada y seis
festivales. Pero lo más insólito que le escucho decir es, que a pesar de haber
matado más de 1.000 astados, es aquí en Alcalá donde ha toreado entre ocho o
diez mil vacas en multitud de tentaderos, en aquellos tiempos en que llegaban a
nuestro pueblo cientos de maletillas con el hatillo al hombro, como en oleadas,
disputándose el poder de dos pases a una becerra en un tentadero.
Conocimos los dos a “Terremoto de
Málaga”, Antonio Poveda, Oswaldo Sarmiento, de Venezuela de donde eran y
triunfaron plenamente los cuatro hermanos Girón, desde Curro el mayor hasta
Efraín el más pequeño.
-
Le pregunto cuándo, cómo y por
qué llegó a Alcalá. - La respuesta es que en una corrida en Fuengirola, le
brindó uno de sus toros a D. José Quesada, el “Canito”, dueño del “Lario” y algo más. Este, en
agradecimiento le invitó a venir aquí a su finca el 28 de octubre de 1957.
-
Echas de menos Granada? -Sí,
mucho, muchísimo, pero es aquí donde tiene su gente, su familia, sus amistades
y la tranquilidad de la que disfruta, que es lo que más le gusta de aquí.
-
¿Has triunfado en tu tierra? -
Sí, he triunfado varias tardes, en ocho o diez corridas en el Corpus.
-
Y cornadas, ¿cuántas? - No
muchas; en Valencia, en las Ventas en Madrid, en Barcelona, donde me rompo la
clavícula, en Mozambique... Pero en general he tenido suerte.
-
¿Te sientes más alcalaíno o
“granaíno”? - Alcalaíno.
-
Tu mejor o peor recuerdo por el
camino de los ruedos cual pudiera ser? - En Almería, no estuve bien; quizás por la “sombra” que me
hacía, un vez más, el clásico Antonio Ordóñez, con el que hice el paseíllo.
-
¿Se siente miedo en una
corrida? - En la corrida misma no, antes sí, en el patio de caballos y sobre
todo al hacer el paseíllo. En el callejón también. Piensas en todo y en nada.
Solo en que el toro embista mucho y bien.
-
¿Quieres añadir algo que no
hayas dicho o comentado antes? - Y con su sencillez, franqueza y humildad que
le caracteriza, reconoce que solo fue un torero que llegó a un nivel medio o medio alto. Que quisiera haber
llegado algo más arriba.
-
Yo me hubiese conformado llegar
hasta donde tú llegaste.
Habiéndome dejado algo o mucho en el tintero,
también termino ya mi “faena”. Esta ha sido amena, agradable, sencilla. Y
salimos a la calle. Es ya de noche, y a estas horas no se suele salir a
hombros. Y como el mundo de los toros ha admirado a artistas, cantantes,
literatos, desde Unamuno hasta Manolo Escobar, cito por ejemplo una canción del almeriense recién
fallecido como puede ser “No me gusta que a los toros te vayas con minifalda”,
a Gabriela Ortega en su recitado taurino llevando el ritmo con sus puños dando
golpes en la mesa y que decía así: “Una, dos y tres, tres monteras negras en el
redondel”, y, sobre todo “la más grande”, la gran Rocío Jurado que cantara un
pasodoble dedicado al mundo de los toros
y cuya letra dice así:
- Viva el pasodoble -
Oro, plata, sombra y sol,
el gentío y el clamor,
tres monteras tres capotes en el redondel
y un clarín que corta el viento
anunciando un toro negro
que da miedo ver.
Chicuelinas de verdad
tres verónicas sin par
y a caballo con nobleza
lucha el picador,
y la música que suena
cuando el toro y la muleta
van al mismo son.
Viva el pasodoble
que hace alegre la tragedia
viva lo español
la bravura sin medida
el valor y el temple
de esta vieja fiesta.
Viva el pasodoble
melodía de colores
garbo de esta historia
queda en el recuerdo
cuando ya en el ruedo
la corrida terminó.
José Arjona Atienza
Alcalá, 24 de noviembre de 2013
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